Cuesta
trabajo pensar en la existencia de un pueblo que no tenga, cuando menos, un
puente. Ya que, como afirmaba un maestro que química al explicar las
propiedades del agua, “debemos dar gracias a dios porque los grandes ríos pasan
a orillas de las grandes ciudades…”
Y aunque no
muy grande, la villa de santa maría de los lagos tuvo su rio, cuya caudalosa
corriente durante la época de lluvias, interrumpía el tráfico en el centro
país.
La historia
del puente de lagos es la de otras tantas construcciones similares.
Impresionaba su urgente necesidad en tiempo de aguas. Con apremio se preparaba
su urgente necesidad en tiempo de aguas. Con apremio se preparaba la iniciación
de la obra. Bajaba el nivel de la corriente… y, por el resto del año, nadie se
volvía a preocupar de la consecución de la misma. Se reunían los influyentes
del pueblo y no lograban ponerse de acuerdo sobre el lugar en que debía ser
levantando. Y así transcurrieron 297 años. La desaprensiva actitud del
vecindario preciso a un valiente “escritor público” laguense son amantes del
progreso. Distingo: si se trata de palabras, concedo. Si se trata de hechos
niego”.
Lo cierto es
que después de múltiples intentos desde fines del siglo XVI su fabricación fue
una realidad hasta el XVIII. Durante diez años se trabajo en la cimentación y
edificación de los tres arcos.
En forma
provisional se puso en servicio. Esto motivo que no se volvieran a preocupar
por hacer las bóvedas. El tráfico por el puente improvisado era temerario pues
no ofrecía seguridad alguna. Los viajeros se veían precisados a pasar por
abajo. De nuevo gestiones, colectas y se hicieron las bóvedas.
La conseja
cuenta que debido a la tardanza y contrariedades en la conclusión del puente
una vez en servicio, los laguenses muy engreídos y satisfechos hicieron grabar,
en lugar visible, una inscripción:
ESTE PUENTE SE HIZO EN
LAGOS
Y SE PASA POR ARRIBA
Son
múltiples las explicaciones tendientes a justificar el letrero que la conseja
afirma haber lucido el puente de lagos. La primera asegura que el ayuntamiento,
para resarcirse de la fuerte erogación, fijo una cuota de dos tlacos a todo el
que pasaran por el puente. Y que, con el fin de eludirla, muchos se iban por
debajo con riesgo de ser arrastrados por eludirla, muchos se iban por debajo
con riesgo de ser arrastrados por el corriente, costando bastante su rescate.
Otra dice que los viajeros de pueblos circunvecinos no sabían hacer uso de el
porqué no conocían puentes de esa magnitud, etcétera. La única explicación, la
histórica, la daremos más adelante.