lunes, 30 de abril de 2012

Dos ordenanzas por bando




A todos los moradores de la villa sorprendió este bando, según aviso que se dio al publico por la voz de un pregonero:”orden del señor alcalde: desde hoy, el que tenga puercos que los amarre y el que no que no”.

¡El que tenga puercos que los amarre y el que no que no! ¿Qué secreto entrañaba tan absurda disposición? Alguien pensó que tenía su origen en el descuido de algunos vecinos que permitían que sus animales domésticos-burros, cerdos, gallinas-, pastaran y picotearan a ciencia y paciencia de todo mundo en el solar dispuesto para plaza de armas, frente a las casas consistoriales. Al principio todos acataron la disposición y tiempo después advirtieron que en ese caso don diego había dado una orden que bien podría ser catalogada entre los más luminosos principios de derecho.

El ordenamiento obedecía a que se habían avecindado en lagos gentes que tenían la imprudente costumbre de amarrar a los cerdos… ¡pero solo a los ajenos!

En otra ocasión don diego hizo conocer a los habitantes que las casas que se alquilaran debían tener, en parte visible, la oferta y precio.

En una casa de bajos soportales, junto al convento de pobres capuchinas, apareció, ante los sorprendidos laguenses este letrero:
esta casa se renta en 15 reales; si regatean mucho en 13, ultimo precio 10”.

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