La nomenclatura de las calles ha sido
siempre un problema urbano, en la naciente villa don diego se propuso atacarlo.
y como había confusiones lamentables sobre todo en lo referente a los nombres
de las tiendas, dispuso que todos los negocios aclararan, mediante un letrero
en la fachada, la especialidad de la tienda y el nombre del propietario.
El primero en obedecer fue el dueño de un
cajón de lencería y miscelánea. Hizo pintar este rotulo: “la aurora de leobino Jordán.
Se venden listones de todos colores y también verdes”.
En una vinatería muy visitada, en la
esquina de la plaza del hueso (local que hoy ocupa “la mensajera”) se vendían,
además, menudo, vísceras y guisadas menudencias para botana de los asiduos al
copeo. y el letrero que mandaron poner por una calle decía “la vida”- más abajo este rotulo
explicativo que no cupo en un solo muro: se venden hasta el ano, y a la vuelta, checer.
Días después don diego cito al dueño de
la panadería “la espiga dorada” y le impuso una multa de cuatro reales por no
acatar debidamente la disposición. Abajo del nombre del establecimiento se leía
Panadería de pan. A don diego causo
verdadera indignación que el propietario hiciera mofa de su autoridad. Como este
alegara, que no decía de esa manera, el alcalde se traslado a la panadería. El negocio
estaba ubicado en la esquina de las calles real y del panteón. Efectivamente,
en la primera se leía panadería de pan y en la segunda taleon Gómez.
Querella que termino armoniosamente con
el envió de don diego de una canasta de fruta de horno.
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