A punto de terminar lo que hoy
llamaríamos “gestión administrativa”, don diego planteo al vecindario el
problema de sucesión en el ayuntamiento. Y como desde que el mundo es mundo,
surgieron bastantes y buenos vecinos dispuestos a servir. Los días corrían y
con mayor vehemencia todos los aspirantes aducían razones de merecimiento.
Don diego debió medir mucho el camino a
seguir, ya que su decisión a nadie inadecuada. El día fijado para el evento
trazo una línea con cal desde el otro lado del rio y, puestos en guardia todos
los pretendientes, a una detonación de trabuco partieron a toda carrera para
que el primero en llegar a la puerta mayor de la parroquia fuese nuevo alcalde.
¡Lástima de tan sana intención por una
parte y de sudorosos esfuerzos por la otra! Un paciente jumento, que pastaba en
un solar vacío, al disparo del arma y al tropel de los aspirantes, espantado y
tirando coces fue el primero en llegar a la parroquia…
… y aquí la conseja no se ensaña más
contra los de lagos en general y contra don diego en particular: calla el
desenlace que debió tener este problema verdaderamente insoluble.
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